
CAMINO AL NORTE
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En 2023, México profundizó una estrategia migratoria marcada por la contención y la presión de Estados Unidos. Aunque en un inicio el gobierno de Andrés Manuel López Obrador había prometido un enfoque humanitario, la realidad sobre el terreno mostró otra cara: el refuerzo de retenes, la militarización de las fronteras y un aumento sin precedentes de detenciones y deportaciones. Solo en ese año, el Instituto Nacional de Migración (INM) registró 782.176 detenciones de personas en situación irregular, y en apenas los primeros cinco meses de 2024 la cifra ascendió a 590.000, un récord histórico.
Para quienes intentan atravesar el país, el camino está plagado de obstáculos. José, un migrante venezolano entrevistado durante su trayecto, lo resumía así: “Oaxaca es un infierno, pasar Oaxaca es un infierno de verdad”. La tensión de los viajes en autobús se siente en cada kilómetro: los pasajeros evitan dormir, pendientes de que el vehículo no sea detenido en alguno de los numerosos retenes.
Los testimonios muestran también cómo el control se mezcla con la corrupción. “Se suben porque ya sabían que el autobús estaba lleno de venezolanos… piden 200 pesos por persona para seguir”, relató José. En su experiencia, el esquema se repite en cada tramo: una suma de pequeños sobornos que terminan por convertirse en un gasto insoportable.
La corrupción incluso alcanza a las propias terminales. En Oaxaca, explicó, se venden billetes a precios inflados que incluyen permisos falsos: una práctica que convierte la necesidad de movilidad en un negocio más. “Es una deshonra para el uniforme, para la institución”, se quejaba.
Pero la violencia no proviene solo de las autoridades. Al llegar a la frontera norte, los migrantes enfrentan el control de los cárteles, que se camuflan bajo la apariencia de agentes. “Se montan sin identificar, van vestidos de migración pero sin nombre ni nada. ¿Quiénes son? Ladrones de las mafias de aquí”, decía José, recordando escenas en las que los pasajeros eran obligados a entregar dinero bajo amenaza de armas largas. “Había un chavo que dijo que no tenía nada… si le hubieran encontrado aunque fueran cien pesos, se los quitan y hasta le dan un balazo”.
En 2023, México profundizó una estrategia migratoria marcada por la contención y la presión de Estados Unidos. Aunque en un inicio el gobierno de Andrés Manuel López Obrador había prometido un enfoque humanitario, la realidad sobre el terreno mostró otra cara: el refuerzo de retenes, la militarización de las fronteras y un aumento sin precedentes de detenciones y deportaciones. Solo en ese año, el Instituto Nacional de Migración (INM) registró 782.176 detenciones de personas en situación irregular, y en apenas los primeros cinco meses de 2024 la cifra ascendió a 590.000, un récord histórico.
Para quienes intentan atravesar el país, el camino está plagado de obstáculos. José, un migrante venezolano entrevistado durante su trayecto, lo resumía así: “Oaxaca es un infierno, pasar Oaxaca es un infierno de verdad”. La tensión de los viajes en autobús se siente en cada kilómetro: los pasajeros evitan dormir, pendientes de que el vehículo no sea detenido en alguno de los numerosos retenes.
Los testimonios muestran también cómo el control se mezcla con la corrupción. “Se suben porque ya sabían que el autobús estaba lleno de venezolanos… piden 200 pesos por persona para seguir”, relató José. En su experiencia, el esquema se repite en cada tramo: una suma de pequeños sobornos que terminan por convertirse en un gasto insoportable.
La corrupción incluso alcanza a las propias terminales. En Oaxaca, explicó, se venden billetes a precios inflados que incluyen permisos falsos: una práctica que convierte la necesidad de movilidad en un negocio más. “Es una deshonra para el uniforme, para la institución”, se quejaba..
